Occidente, Rusia y la guerra en Ucrania: entre la propaganda y la realidad

Cartel de propaganda pro-Unión Europea con la frase "Your choice is peace" (Tu elección es la paz), una multitud celebrando y un político sonriente bajo las estrellas de la bandera de la UE.
Cartel propagandístico pro-UE con el lema "Your choice is peace". Autor: Janiashvili (DeviantArt).

¡Qué vienen los rusos!

Desde hace semanas, los líderes de la Unión Europea insisten en que Europa debe rearmarse frente a lo que describen como la «amenaza imperialista» de Vladimir Putin.

La UE pretende aprobar un aumento del gasto militar de 800.000 millones de euros, una cifra desorbitada si se tiene en cuenta que durante años se han aplicado recortes en áreas sociales bajo el argumento de controlar el déficit.

Los defensores de esta postura justifican el aumento del gasto militar en la supuesta actitud imperialista de Rusia. Temen que una posible tregua en Ucrania —sea temporal o definitiva— fortalezca la posición de Putin y lo anime a seguir expandiéndose hasta el Atlántico.

El presidente francés, Emmanuel Macron, se ha erigido como principal defensor de esta tesis, llegando incluso a declarar que estaría dispuesto a recurrir al uso del arsenal nuclear frente a la supuesta amenaza rusa.

Las declaraciones del presidente francés han provocado una oleada de reacciones, ya que tanto el posible uso de armas nucleares como el aumento del gasto militar presagian el peor de los escenarios.

El propio Putin ha advertido que este tipo de decisiones supondrían una amenaza directa contra Rusia y, por tanto, un motivo de guerra.

Este belicismo tan marcado debería ponernos en alerta, especialmente porque, hasta hace poco, esos mismos líderes europeos afirmaban que Rusia estaba acabada tanto en el plano tecnológico como en el militar.

Occidente en la Edad Contemporánea: política, propaganda y hechos

Por otro lado, la inmensa mayoría de los medios de comunicación occidentales han iniciado una campaña de apoyo a esta agenda política pro bélica.

Sin embargo, ha habido comentaristas, periodistas (los menos) y parte de la ciudadanía que se han manifestado en contra de estos peligrosos movimientos. Este grupo ha sido calificado como «prorrusos», «pro Putin» o «propagandistas», entre otros. Toda una serie de descalificativos utilizados para desacreditar a quienes cuestionan los medios oficiales o la postura europea, insinuando que cualquier crítica es parte de una operación dirigida desde Moscú.

Por supuesto, no se puede negar que, a lo largo de su historia, Rusia haya practicado el expansionismo y las conquistas por intereses geopolíticos. Pero dado que esta es la visión generalizada que se promueve en la opinión pública occidental, conviene hacer un repaso de esas otras —¿olvidadas a conveniencia?— expansiones e intervenciones imperialistas; es decir, las protagonizadas por Occidente.

Mapa histórico que muestra la colonización de África en el siglo XIX, destacando los territorios bajo el control de potencias europeas como Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Portugal, España y Bélgica.
Mapa de la colonización de África en el siglo XIX. Fuente: Atlas histórico mundial de Georges Duby.

Resulta curioso que se tilden de militaristas o propagandistas a los que abogan por la diplomacia y que se esté propagando, nunca mejor dicho, la imagen de Occidente y sus «mass media» como el súmmum de la objetividad y la libertad. Como si éste no hubiera nunca atacado, manipulado, saboteado o conquistado otros territorios por el simple hecho de ser imperialista, sino por defensa de valores y cuestiones etéreas como siempre ha defendido.

Desde los imperialismos europeos en África y Asia en el siglo XIX, y aun antes, Occidente no ha dejado de intervenir en territorios ajenos con tal de agenciarse materias primas, concesiones comerciales, prerrogativas políticas, influencia cultural, etc.

Pero lo más importante de todo esto, es que los mismos políticos y funcionarios afines lo han admitido y lo han promulgado.

Un ejemplo claro es el de Robert James Woolsey Jr, director de la CIA entre 1993-1995, quien, bajo la administración Clinton, reconoció que Estados Unidos manipuló las elecciones en Italia y Grecia tras la Segunda Guerra Mundial. Pero no se quedó ahí: cuando una periodista le preguntó si esa práctica había cesado, él no lo negó ni lo confirmó; simplemente emitió un sonido onomatopéyico, ambiguo y evasivo, que bastó para que la periodista le siguiera la gracia. He aquí el verdadero rostro del Cuarto Poder y su supuesta «objetividad» en Occidente.

Desde después de la Segunda Guerra MundialEstados Unidos ha intervenido en más de 81 procesos electorales de forma encubierta o totalmente abierta. Además, durante la Guerra Fría actuó en 64 operaciones encubiertas, de cambios de regímenes, y 6 abiertas: The cost of the United States‘ messy foreign policy of regime change

De 1798 a 2023, ha utilizado a sus Fuerzas Armadas para intervenir en asuntos extranjeros no menos 100 veces. Instances of Use of United States Armed Forces Abroad, 1798-2023

Y no perdamos el foco: Europa ha sido un apéndice de Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, por lo que cualquier apoyo que los estadounidenses hayan necesitado, los europeos se lo hemos dado, ya sea de forma discreta, de forma activa o mirando hacia otro lado.

Eisenhower y Franco se saludan efusivamente en el aeropuerto de Barajas en 1959, con el general Vernon Walters observando en segundo plano.
Encuentro entre el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower y el dictador español Francisco Franco en el aeropuerto de Barajas, Madrid, en 1959. En el centro se observa al general estadounidense Vernon Walters.

La Transición española fue teledirigida desde Washington a través de funcionarios, militares, acuerdos políticos, económicos y bélicos durante los 40 años de dictadura franquista.
Estados Unidos sabía que era esencial contar con un gobierno afín para mantener libre el acceso al Mediterráneo, corredor vital para llegar a Oriente Medio.

“Mi general, por un accidente de la historia, el Presidente de los Estados Unidos tiene mucha responsabilidad en varias partes del mundo. El está muy preocupado por la situación en el Mediterráneo Occidental, tiene mucho interés y respeto por su opinión y quiere saber como ve usted los acontecimientos futuros en el Mediterráneo Occidental”.

(Entrevista entre el general Vernon Walters, enviado de Nixon, y Franco en 1972. Franco al enviado de Nixon: “NO HABRÁ OTRA GUERRA CIVIL”).

Esta es una pequeña muestra de hasta dónde han llegado las intenciones y acciones de Occidente para conseguir sus objetivos, por lo que no sería justo seguir manteniendo que es el paraíso de las libertades, el respeto y la objetividad.

La OTAN y Rusia: promesas incumplidas

En 1990, el Secretario de Estado James Baker le dijo a Gorbachov que la OTAN no se expandiría hacia el Este «ni una pulgada» si Alemania se reunificaba. Documentos desclasificados demuestran que esas conversaciones realmente tuvieron lugar y se prometió a Rusia que no tendría nada de lo que preocuparse por la supuesta expansión de la OTAN hacia el Este. Record of conversation between Mikhail Gorbachev and James Baker in Moscow. (Excerpts)

Poco más de 5 años después, esas conversaciones no valieron para nada.

Los supuestos analistas y periodistas «objetivos» aducen que si no hay acuerdos firmados, no tienen validez legal las promesas hechas a viva voz.

No obstante, historiadores como Sarotte y Shifrinson presentan una perspectiva más compleja que considera la importancia de las conversaciones informales y los entendimientos políticos de la época:

The real issue, however, is not whether a formal agreement ruled out NATO
expansion—even Russian leaders claiming a broken promise do not argue that
the Soviet Union received a formal deal. Instead, the question of a nonexpansion
pledge involves whether various informal, even implicit, statements
of U.S. policy in 1990 can be viewed as promises or assurances against
NATO expansion, and whether discussions among U.S., Soviet, and West
German oficials related solely to East Germany or to Eastern Europe as a
whole. Here, even studies acknowledging that U.S. policymakers in February
1990 briefly discussed limits on NATO’s future presence risk understating the
significance of U.S.-Soviet bargaining in 1990 by missing the importance of
informal deals to politics, in general, and to Cold War diplomacy, in particular.
In U.S. domestic politics, for example, an informal offer can constitute a
binding agreement provided one party gives up something of value in consideration
of payment in goods or services.
A similar principle applies to international
politics: not only are formal agreements often the codification of
arrangements that states would make regardless of a formal offer, but if private
and unwritten discussions are meaningless, then diplomacy itself would
be an unnecessary and fruitless exercise.
Instead, a host of behaviors associated
with international bargaining and political understandings with other
states, including interactions with foreign leaders and conciliatory diplomatic
gestures, are based on what another side does or says independent of formal
arrangements. More generally, analysts have long understood that states do not need formal agreements on which to base their future expectations; as Secretary of State John Kerry acknowledged, even non-”legally binding” agreements constitute a “necessary tool” of foreign policy. Put simply, explicit and codified arrangements are neither necessary nor suficient for actors to strike deals and receive political assurances.

(Shifrinson (Spring 2016), 17-18).

Por si fuera poco, el profesor Jeffrey Sachs es categórico al afirmar que la culpa de la guerra de Ucrania es de Estados Unidos y de Europa.

Después de saber todo esto, ¿de verdad vamos a seguir manteniendo que Occidente es un árbitro neutral y que la culpa es de Rusia? ¿Seguiremos defendiendo que Putin es un dictador loco y que los medios de comunicación occidentales son objetivos, que no tienen intereses y que no manipulan a la población?

Esto no es para justificar la política rusa en Ucrania (no obstante, con mucho menos se ha justificado siempre Occidente cuando ha hecho lo que ha creído conveniente), sino para explicar (porque explicar no es justificar) que la supuesta objetividad y defensa de la moralidad y la libertad que nos venden los «mass media» no es tal.

Acabemos esta entrada con una reflexión de Chomsky en su obra «Hegemonía o supervivencia: El dominio mundial de EEUU»:

A comienzos de 2003, los estudios mostraban que el miedo a Estados Unidos había trepado a notables alturas en todo el mundo, junto con la desconfianza hacia su dirigencia política. El desconocimiento de los derechos y necesidades humanos más elementales iba a la par con una exhibición de desprecio por la democracia sin paralelo alguno que venga a la cabeza, todo esto acompañado de manifestaciones de sincero compromiso con los derechos humanos y la democracia. Los presentes acontecimientos deberían perturbar hondamente a quienes se preocupan por el mundo que dejarán a sus nietos.

(Chomsky 2004, 11).

📘Bibliografía:

  • Bacevich, Andrew J. American Empire: The Realities and Consequences of U.S. Diplomacy. Cambridge, MA: Harvard University Press, 2002.
  • Chomsky, Noam. Hegemonía o supervivencia: El dominio mundial de EEUU. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2004.
  • Foglesong, David S. America’s Secret War Against Bolshevism: U.S. Intervention in the Russian Civil War, 1918–1920. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1995.
  • Herman, Edward S., y Noam Chomsky. Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media. Nueva York: Pantheon Books, 1988.
  • Marlin, Randal. Propaganda and the Ethics of Persuasion. Peterborough, Ontario: Broadview Press, 2002.
  • Sarotte, Mary Elise. Not One Inch: America, Russia, and the Making of Post-Cold War Stalemate. New Haven: Yale University Press, 2021.
  • Shifrinson, Joshua R. Itzkowitz. “Deal or No Deal? The End of the Cold War and the U.S. Offer to Limit NATO Expansion.” International Security 40, no. 4 (Spring 2016): 7–44.
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