El sangriento ascenso de Dámaso en un cónclave sin cardenales: Roma, 366 d.C.

Retrato medieval estilizado del papa Dámaso I, con vestimenta pontificia y nimbo, imagen procedente de Wikimedia Commons.
Imagen de Dámaso I según una representación medieval. Dámaso fue papa entre 366 y 384, conocido por su papel en la consolidación de la primacía romana y su enfrentamiento violento con Ursino.

Introducción: un eco antiguo en una decisión futura

Tras la reciente muerte del papa Francisco, los focos del mundo vuelven a girar hacia Roma. La elección de su sucesor promete ser decisiva en un momento histórico de grandes tensiones ideológicas dentro de la Iglesia católica. Mientras algunos sectores abogan por una mayor apertura y otros defienden el retorno a posturas tradicionales, el próximo cónclave será observado con atención no solo por fieles y clérigos, sino también por analistas políticos, periodistas y ciudadanos comunes. Pero no sería la primera vez que una elección papal despierta tensiones intensas, genera divisiones profundas y pone en juego importantes intereses dentro y fuera de la Iglesia. Para entender cuán convulsas pueden llegar a ser estas transiciones de poder eclesiástico, conviene recordar una historia casi olvidada: la de Dámaso I y la brutal lucha por el episcopado romano en el año 366, cuando la elección se llevaba a cabo de manera distinta a hoy en día.

Contexto histórico: Roma en el siglo IV

Mosaico medieval representando al papa Dámaso I, vestido con atuendo litúrgico y nimbo.
Representación del papa Dámaso I y Constantino en un mosaico bizantino. Dámaso fue elegido obispo de Roma en el año 366 tras una violenta disputa.

A mediados del siglo IV, el Imperio romano vivía una transformación radical: el cristianismo había pasado de ser una religión perseguida a convertirse, primero, en fe tolerada bajo Constantino y, más tarde, en religión oficial del Estado con el edicto Cunctos populos promulgado por el emperador Teodosio en el año 380. Esta oficialización alteró profundamente las dinámicas internas de la Iglesia, ahora vinculada a las estructuras del poder imperial. En ese contexto, el cargo de obispo de Roma (posteriormente denominado «papa») adquirió un nuevo valor: ya no era solo una autoridad espiritual, sino también un actor político con acceso a recursos, privilegios y redes de influencia.

Según el historiador José María Blázquez:

el cargo de obispo en el Bajo Imperio tenía muchas ventajas económicas y fiscales, la compra de obispados, sobornando a la plebe y al clero, que eran los que tenían voto, era frecuente.

(El soborno en la Iglesia antigua, 2008).

La competencia por estos cargos se intensificó especialmente en Roma, centro espiritual en expansión y sede del poder religioso más codiciado de la cristiandad occidental.

Mapa de la difusión del cristianismo en el Imperio romano hasta el año 600, con indicación de comunidades cristianas, centros misioneros y rutas de los viajes de san Pablo.
Expansión territorial del cristianismo hasta el año 325 y su consolidación hasta el 600, incluyendo rutas misioneras y emplazamientos clave como Roma, Cartago y Antioquía. Atlas histórico mundial de Kinder y Hilgemann, vol. I, p. 108.

Dámaso contra Ursino: una elección con sangre

Icono bizantino del Concilio de Nicea con la condena de Arrio, símbolo del conflicto doctrinal que marcó también el ascenso de Dámaso.
El Concilio de Nicea (325), presidido por Constantino, representa el contexto de lucha doctrinal que precedió a la violenta elección de Dámaso como obispo de Roma en 366.

Tras la muerte del obispo Liberio en 365, Roma se dividió entre dos facciones: una apoyaba a Dámaso, un clérigo de probable origen hispano con respaldo senatorial e imperial; la otra respaldaba a Ursino, más próximo al clero urbano y a los sectores populares. El conflicto derivó en una auténtica guerra civil a escala local, con enfrentamientos en basílicas, uso de bandas armadas y la implicación de funcionarios y jueces.

El historiador pagano Amiano Marcelino lo describe con crudeza:

en la basílica de Sicinino […] en un solo día se recogieron ciento treinta y siete cadáveres

(Historias, 27.3.13).

Las cifras de muertos varían según las fuentes: la colección Avellana habla de 160 víctimas, subrayando la magnitud de la violencia.

La versión anónima de las Gesta inter Liberium et Felicem, un texto de tono favorable a Ursino, denuncia que Dámaso, para obtener el triunfo, acudió al soborno, repartiendo dinero entre jueces, soldados, aurigas, gladiadores y oficiales del palacio imperial. Hubo, pues, dos obispos a la vez en Roma, se afirma, reflejando el caos institucional generado por esta doble elección. Según la misma fuente, el prefecto Pretextato tuvo que intervenir para contener la violencia y garantizar la seguridad pública, algo inédito en la historia episcopal romana hasta entonces.

El precio de un obispado: la simonía en la Antigüedad

Relieve románico representando a Simón el Mago siendo asistido por demonios.
Relieve en la portada Miégeville de la basílica de Saint-Sernin de Toulouse: Simón el Mago rodeado de demonios, símbolo de la simonía. Autor: PierreSelim / Wikimedia Commons. Licencia: CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication.

La simonía, es decir, la compraventa de cargos eclesiásticos, recibió su nombre del personaje bíblico Simón el Mago (Hechos 8:18–24), quien ofreció dinero a los apóstoles para adquirir poderes espirituales. En la práctica, la simonía fue una realidad extendida en el Bajo Imperio. El sínodo de Éfeso del año 401 documentó varios casos, y el propio Juan Crisóstomo denunció en sus cartas que algunos obispos «habían pagado sobornos para ser designados«, llegando incluso a exigir la devolución del dinero o de bienes aportados por sus esposas como parte de estas transacciones (Blázquez, 2008).

El conflicto entre Dámaso y Ursino no fue una anomalía aislada, sino el reflejo extremo de una cultura clerical en la que el ascenso eclesiástico se jugaba tanto en el púlpito como en el bolsillo. Amiano Marcelino ironizaba sobre los obispos urbanos, señalando que

luchan con todas sus fuerzas por conseguir aquello que desean […] ofrecen banquetes de una opulencia superior a la de las mesas de los reyes.

(Historias, 27.3.14).

En contraste, elogia a los obispos de provincias por su austeridad y verecundia.

La construcción de la autoridad papal

Manuscrito del siglo IX con el prólogo de san Jerónimo a la Vulgata dirigido al papa Dámaso I.
Folio 3 del Codex Sangallensis 48 (s. IX), con el inicio de la carta de san Jerónimo al papa Dámaso I que precede su traducción latina de los Evangelios. Wikimedia.

Pese a la brutalidad inicial de su elección, Dámaso consolidó su autoridad y transformó radicalmente el papel del obispo de Roma. Fue el primero en proclamar con claridad la primacía romana sobre el resto de la cristiandad, basando su legitimidad en la sucesión apostólica de san Pedro. Según el Atlas histórico mundial de Kinder y Hilgemann (vol. 1, p. 146), con Dámaso nace el concepto de «sede apostólica«, que permitiría posteriormente justificar doctrinalmente la supremacía papal.

Su sucesor, el papa Siricio, continuó este camino al redactar las primeras Constitutiones pontificiae, adoptando el lenguaje y la forma de los decretos imperiales, lo que refuerza la identificación del pontífice con el poder legislativo romano. Además, Dámaso encargó a san Jerónimo la traducción de la Biblia al latín: la famosa Vulgata, que se convertiría en el texto bíblico oficial de la Iglesia católica durante más de mil años.

Dámaso también promovió una liturgia unificada en lengua latina, condenó herejías como el arrianismo, y alentó el culto a los mártires. Mandó grabar epigramas poéticos en honor a ellos, obra del calígrafo Filócalo, en catacumbas y lugares de peregrinación. Estas inscripciones, de escaso valor literario pero gran valor arqueológico, son testimonio de su interés por dotar a Roma de una memoria sagrada monumental.

Conclusión: pasado violento, presente en disputa

La historia de Dámaso no es una simple anécdota del pasado, sino una ventana abierta a las tensiones que emergen cuando lo espiritual se confunde con lo terrenal. Su caso muestra cómo la Iglesia, en un momento de expansión y consolidación, fue escenario de luchas de poder no menos intensas que las que sacudían al Imperio romano. Al igual que entonces, hoy la elección de un nuevo papa no es un mero trámite canónico, sino una batalla por el rumbo espiritual, político y cultural de una institución milenaria.

En un tiempo en que la transparencia y la justicia son exigencias sociales, recordar episodios como el de Dámaso y Ursino puede ayudarnos a reflexionar sobre el modelo institucional que se desea promover en el ámbito eclesiástico. Porque la Historia no solo sirve para comprender el pasado, sino para interpelar nuestro presente.

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Bibliografía

📜Fuentes antiguas:

  • Amiano Marcelino. Historia. Edición de Mª Luisa Harto Trujillo. Madrid: Akal, 2002.

  • Gesta inter Liberium et Felicem. Traducido por Ramón Teja (citada en Blázquez, 2008, como testimonio indirecto).

📚Estudios y ensayos contemporáneos:

  • Blázquez Martínez, José María. «El soborno en la Iglesia antigua». En G. Bravo y R. González Salinero (eds.), La corrupción en el mundo romano. Madrid: Signifer, 2008, pp. 249–263.

  • Brown, Peter. Por el ojo de una aguja: La riqueza, la caída de Roma y la construcción del cristianismo en Occidente (350–550 d.C.). Barcelona: Acantilado, 2016.

  • Hamman, Adalbert-G. Para leer a los Padres de la Iglesia. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2009.

  • Kinder & Hilgemann. Atlas histórico mundial. Madrid: Akal, 2006.

  • Patiño, José Uriel. Historia de la Iglesia. Tomo I. Bogotá: San Pablo, 2004.

  • Teja, Ramón. Roma. La época de los Valentinianos y Teodosio. Historia del Mundo Antiguo, vol. 61. Madrid: Akal, 1992.

  • VV.AA. Gran Enciclopedia Larousse. Atlas histórico. Barcelona: Planeta, 1992.

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